La bruta era yo!

 


¡Fu… fu… fu…!

¡no puedo más! (susurro con vos quedita).  Entonces descargo todo el peso de su espalda contra la pared, para después deslizarse hacia el piso y quedar casi tendida en medio de la nada.  Su respiración se sentía, se oía, se percibía en medio de aquel zaguán, hasta que se silenció por completo para dar protagonismo a sus desgarradores recuerdos.

Maura creció entre la hierba mala, con un padre que a fuerza de romperlo todo, también había roto su alma y cada hueso de su flaca y desgarbada figura, él no podía haber hecho peor su trabajo al pasar por este mundo; tenía que haber escogido como madre de Maura a una pequeña y gorda mujer, con un corazón más negro que el carbón, llena de dolores y cargada de tanta rabia que sin compasión había descargado sobre la triste Maura.

Pero ese casi desmayo con el que se desplomó Maura aquella noche en ese oscuro zaguán, no precisamente se debía a sus dos progenitores y las cicatrices que habían grabado en ella a fuerza de desamor.

¡Canalla! ¡Canalla! ¡Mil veces canalla! Mírame aquí tirada, con la panza prominente que se ve más que aquella montaña que subimos una vez y que me dejó sin aliento. 

¡Canalla! Mira en lo que has convertido a la mujer que te amó. 

¡Canalla! ¿Recuerdas cuántas veces cuidé de ti? Tu ropa limpia, tu comida servida, tu cama siempre caliente, tu baño listo con las toallas secas...

¡Canalla! ¿acaso no recuerdas cuando vacié mis bolsillos para que vuelvas a empezar?

¿A cambio de qué? De tu abandono, de tu traición, de tu insana lejanía, de que me cambies día a día por cualquiera y que jamás me pongas de primera...

¿Canalla? ¿Canalla? ¡BRUTO! ¡BRUTO! ¡BRUTO! Y mil veces ¡Bruto! Por haber perdido el único amor bonito que acarició tu cara, la única mujer que dejó de lado tu panza, tu caminar torcido, tu hablar sin sentido y con todo esto siguió contigo.

¡BRUTO, SI! ¡MIL VECES BRUTO! Ahora no hallarás a quien dé todo por vos, tendrás que pagar las cuentas, tendrás que dar tu tiempo y demostrar con hechos todo lo que yo creí solo con palabras, fingirás tener éxito y en ese momento me recordarás, porque yo, Maura Paulina del Rocío, te conocí por encima de ti mismo y aún con tanta mugre te quise deveritas.

Entonces se levantó, ya no exhaló (nada de fu…fu…fuu…), inhaló profundamente, metió la guata, se acomodó el cabello y meneando el rabo y bien erguida, salió derechito, dejó marcado su perfume favorito en el camino, uno… tres… diez, once y doce eran las gradas que habrían de conducirla a la libertad, a esa libertad a la que tantas veces se negó.

Esa noche Maura besó, vibró y se vistió de un poco de vida.   ¡ayyyy mamía santa de las mujeres vengadas! ¡Si la bruta era yo! ¡si a pesar de todo sigo aquí viva, viva, viva!

Relatos de vida

Sory


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