Vaivén
Sus ensortijados rizos, parecían darle compás a su movimiento,
ella flotaba, se evaporaba y volvía a moverse.
Sus labios carnosos, en forma casi imperceptible tarareaban
las canciones y su perfume barato embobaba a todo aquel que estaba cerca. No dejaba de menearse, era como una bailarina
de aquellas cajas musicales, con cuerda sin fin y
movimientos que jamás terminan.
A veces creo que respiraba un poco, como para llenar lo
suficiente de oxígeno sus pulmones y elevarse nuevamente entre la música.
Mas cuando el silencio lo invadía todo, cuando arreciaba la
quietud, sus ojos se quebraban y no había mirada tan triste como la de aquella
mujer.
De pronto sus nalgas se aflojaban, su abdomen se precipitaba, las
tetas apuntaban al piso y los labios se descuajeringaban.
Ella bailaba y juro que eran los únicos momentos, en que la
vida la apreciaba.
Relatos rotos
Sory
Ella no se da cuenta que el mundo es una baldosa
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